lunes, 12 de febrero de 2007

"Los habitantes de Puerto Madero son invisibles"

Nota Publicada en el Diario Perfil el Domingo 11 de Febrero de 2007
Por CYNTHIA GARCÍA

Hay un slogan en varias construcciones de Puerto Madero que reza: “Cerca, pero lejos”. Entre las calles Alicia Moreau de Justo, Cecilia Grierson, Rosario Vera Peñaloza y la Av. De los Italianos, crece con ritmo de vértigo la construcción de al menos veinte edificios de primera categoría junto a otros tantos que ya son realidad.
Lo que empezó en los ‘90 como la idea festiva de los restaurantes terminó siendo una ciudad. Aunque pareciera que los porteños todavía no se dieron cuenta e identifican la zona como un paseo, el área se convirtió en un barrio ampliamente habitado: basta cruzar esa franja que es Madero Este, limitada por la Costanera Sur, para entrar a la burbuja de otra ciudad dentro de la propia Buenos Aires.
“Ahí vive gente invisible. Así como en Suiza las cuentas bancarias son de gente invisible, los que viven en Puerto Madero son invisibles. No se ven los habitantes estables, estarán en el auto polarizado, en el barco, si lo tienen. Nunca están en la calle”, afirma el escritor y periodista Orlando Barone, un asiduo visitante del lugar.
Durante el día lo que sí se ve es una gigantesca factoría de excavaciones y construcciones. Allí circulan cientos de operarios, albañiles, arquitectos, gente de trabajo que no vive en Puerto Madero.
Cada mañana, alrededor de las obras y a metros de los hoteles más exclusivos y las torres con seguridad inteligente, aparecen unas decenas de mujeres, en su mayoría bolivianas y peruanas, que esparcen sus tenderetes con facturas, tortas fritas, jugos y café. Este mundo de obreros de la construcción y vendedoras de comida, nunca se cruza con el otro, el de los “habitantes”.
Ema es boliviana y vive en la Argentina desde hace 12 años. Siempre se dedicó a vender alimentos en obras en construcción de diferentes barrios porteños, pero hasta ahora nunca había sentido tanto la diferencia social: “no conocemos a ninguna persona que viva en Puerto Madero. No las vemos. A nadie de acá le debe gustar que nosotros hagamos esto, por supuesto, pero yo me ocupo de mi venta y esquivo las miradas de los pocos con los que me cruzo. Estamos acostumbrados a la discriminación, todos aquí esquivamos las miradas”, dice sin mirar a los ojos.
Ellas llegan a las 6 desde el conurbano o algunas villas porteñas, acomodan sus caballetes con el desayuno para los trabajadores, que nunca cobrarán más de dos pesos.
Aunque no tienen una autorización municipal para vender pueden quedarse con el permiso de los ingenieros de las obras, que son quienes les dan esa especie de “salvoconducto”: “hace unos meses del edificio de enfrente nos denunciaron porque decían que quedaba mal que estuviéramos acá, pero después hablamos con el delegado y le dijimos que no podíamos dejar a los trabajadores sin comida. Nuestro almuerzo les sale 3 ó 4 pesos. Comer un sándwich con gaseosa, en la zona no baja de los 10 pesos. Nosotras les traemos arroz con pollo, churrascos con ensalada rusa, variamos el menú todos los días”, relata Norma.
Dos mundos paralelos que casi nunca se cruzan, en un mismo espacio geográfico, parece ser la síntesis del nuevo Puerto Madero. Termina relatando Barone: “La gente en Madero Este se hace visible los fines de semana. Ahí los bolivianos emigran a sus barrios del conurbano y se ve a los vecinos. Están en bermudas, con toda la parafernalia del aerobics, iPod, bicicletas con tres cambios y personal trainers. Se sientan en los cafés y leen los diarios del domingo. Este lugar es inolvidable. Perón creó los barrios obreros, Menem dejó Puerto Madero”.


PARA SU INFORMACIÓN: Por razones editoriales esta nota fue publicada con tres párrafos menos. Esto es normal. Muchas veces tiene que ver con una cuestión de espacio en la página, otras con decisiones de criterio que escapan a la mirada individual del redactor.
Aquí va completa, sobre todo con el último párrafo, que explica la contradicción que plantea el artículo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece buenísima la comparación entre las construcciones de la época de Perón y la de Menem, ahí se nota más que nunca para quién gobernó cada uno.
Muy buena la nota.